De cuando las ballenas volvieron a casa

Galicia es tierra de emigrantes. Un día, sus paisanos deciden buscar un destino mejor y abandonan el lugar donde han crecido con la esperanza de volver algún día. Y, si se puede, se vuelve. Las ballenas azules emigraron de Galicia en 1985 y casi una vida laboral después, en 2017, se avistó la primera que volvía a casa. Con la emoción nadie se acordó de preguntarle si había hecho las Américas o se había quedado como taxista en Suiza, aparte de que muchos creyeron que se trataba de un turista confuso que había llegado hasta aquí por accidente. Al menos por un tiempo.

En 2018, y también en 2019, hubo oportunidad de ver alguna que otra más, y esta vez no podía ser casual: Pudo averiguarse que efectivamente no estuvieron en Suiza –se sospecha que tampoco tenían carnet de conducir–, pero quedaban muchas preguntas por responder y un equipo científico desarrolló la idea del proyecto Balaenatur, que en 2020 arrojó unos resultados increíbles: Cuarenta y tres jornadas para casi un centenar de avistamientos entre quinientos ejemplares de otras siete especies. Lo más interesante tal vez sea que entre tantas, algunas de ellas eran bebés. Han venido para quedarse.

Después de todo esto, la pregunta es clara: ¿Cuándo puedo ir a verlas? Nosotros compartimos esa emoción, y es que no es para menos: Se trata del mayor animal del mundo cantando en infrasonidos con acento gallego; nadie quiere perderse eso. La mayor cantidad de avistamientos se ha dado en el mes de septiembre, aunque a lo largo de la estación estival es una buena época dado que las ballenas son animales migratorios –aunque teniendo en cuenta su tamaño y velocidad promedio, seguramente ellas no lo llamen migración– y en invierno es extraño verlas. En cualquier caso, si quieres observarlas tienes dos opciones: La primera es cursar una carrera de Biología o Ciencias oceánicas, echar currículum en el BDRI (Instituto de investigación del delfín de nariz de botella) y poner ojitos para que te dejen participar en Balaenatur. La segunda es más fácil: Solo tienes que alquilar un barco, olvidar todo lo que has aprendido sobre ballenas en Moby Dick y partir rumbo a la aventura.

Si optas por esta segunda opción tenemos que darte una serie de consejos que seguramente agradecerás durante tu viaje y después de él: Primero de todo, lleva crema solar; da igual que nunca te quemes porque el mar es un espejo gigante y puedes acabar fatal –lo mismo se aplica a gafas de sol y un buen sombrero o gorra–. Segundo, necesitas una buena cámara; el móvil está bien, pero si quieres captar con tu objetivo algo más que brillo blanco necesitas algo un poco mejor. Y tercero, y más importante, tanto mientras contratas esta excursión como durante ella, sé responsable; como te hemos dicho, las ballenas han estado tres décadas sin visitarnos, así que intenta no ensuciar el agua, no acercarte demasiado y piensa que a lo mejor en un par de años quieres volver a verlas y, si no las tratas bien, podrían volver a irse.

Ver ballenas en vivo es una experiencia casi indescriptible. Estos enormes animales, de más de veinte metros de longitud, son un completo espectáculo que te conduce por entre un sinfín de emociones, y hasta los rascacielos de New York te parecerán pequeños cuando navegues entre los gigantes del mar.

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