Aunque sería maravilloso viajar hasta Mallorca en bicicleta es probable que nunca podamos cruzar el Mediterráneo a través de un puente, ¿pero qué pensarías si te dijésemos que en algún momento alguien entonó la famosa canción de Los Mismos pensando en una pequeña isla del Grove? La historia de este particular single de principios del siglo XX tiene como protagonista a José Riestra López, primer marqués de Riestra y que, en contra de lo que nos gusta imaginar mientras escribimos estas líneas, probablemente no cantase. Sin embargo, si bien podemos tener dudas acerca de su talento musical es innegable que fue un visionario, siendo capaz de proyectar y construir un paraíso del cuidado corporal y la relajación en medio de un lodazal –de hecho, Toxa significa “Lodazal”.
¿Su secreto? Bueno, aquí es donde entra el burro. Se dice que un labriego debió abandonar a su animal enfermo en la isla para semanas más tarde regresar a ella y toparse con el asno, sano y salvo, retozando en medio del barro. Si la historia es cierta o no, no es tarea nuestra juzgarlo, pero los lodos curativos y sus aguas termales sumado a la belleza virgen de toda la isla hicieron que este destino comenzase a ser visitado por huéspedes tan ilustres como la familia Rockefeller, Henry Kissinger u Ortega y Gasset, entre otros. Al mismo tiempo, el nacimiento del turismo moderno y los nuevos medios de transporte hicieron que fuese necesario facilitar el tránsito desde la villa de O Grove a la isla-balneario de A Toxa. Y así nació el puente.
Este puente tiene también su aquel. Si bien nadie hizo una canción para pedirlo, esta colosal obra respondía a un flujo cada vez mayor de huéspedes en el balneario y turistas con el deseo de explorar sus playas de arena dorada y aguas de color zafiro. Inaugurado en 1911, un año antes de que el Titanic partiese desde Southampton, se trató de una estructura modernista apoyada sobre grandes columnas de hormigón hidráulico, poseedora de treinta y cinco arcos en un conjunto que fue, alguna vez, el puente marítimo más largo de Europa. Todavía hoy, uno de los más bonitos. Si decides cruzar el puente debes saber que puedes hacerlo en bicicleta o auto-stop, pero también podrías hacerlo caminando, descubriendo con tus propios ojos la belleza de cada detalle, aunque el más espectacular estará delante de ti: La isla. Casi por completo salpicada de densos pinares al borde de las playas, posee un monumento excepcional: La capilla de las conchas. Esta ermita del siglo XII reconstruida en el siglo XIX está dedicada a Nuestra Señora del Carmen y cubierta, en toda su superficie, de conchas de vieira. Si estás pensando en visitar Pontevedra no lo dudes ni por un momento. Agarra el manillar y pedalea, o levanta el pulgar en cualquier rotonda, porque no quieres perderte lo que hay al otro lado del puente.