El banco de los enamorados

La Alameda de Santiago de Compostela es en sí misma un lugar que si venís sí o sí debéis visitar: En ella os encontraréis con las dos Marías, Lorca –nuestro poeta gallego más meridional–, Rosalía y un sinfín de estatuas más. Una de ellas, la de Valle Inclán, es también un banco, como el que rodea a uno de los Eucaliptos más antiguos de Europa, o el que hoy os traemos: El banco de los enamorados, también llamado “banco de los susurros”. ¿Y por qué hablamos de este y no de los demás? Por una cualidad muy concreta que lo hace único y desvelaremos más adelante.

Este banco fue proyectado en 1914 y su construcción finalizó en 1916. Estaba pensado como una suerte de pequeño auditorio para el Quiosco da música –otro detalle majestuoso del paseo–, pero muy pronto demostró que su mayor utilidad era la de servir a los hijos de dos familias de Verona, ambas de igual nobleza y por largo tiempo enfrentadas a vivir su amor de una forma menos trágica que Romeo y Julieta. Durante años se dice que este banco fue escenario de encuentros prohibidos, auspiciando romances gracias a una mágica cualidad: Transmite el sonido.

De un extremo del banco al otro, en línea recta, hay catorce metros

Puede que esta explicación os haya dejado fríos, pero nos hemos guardado un detalle muy importante: Transmite el sonido, como todo, pero lo hace desde un extremo hasta el otro. ¡Y hay catorce metros entre cada uno! Este fenómeno genera estructuras conocidas normalmente como “galerías de los susurros” presentes en no pocos monumentos a lo largo del mundo pero utilizado normalmente en cúpulas o bóvedas, y ya imaginaréis que sentarse en una bóveda es, como poco, complicado, y flirtear en una parece más propio de una novela de Bram Stoker que de unos muchachos que buscan escapar del estricto control familiar. El Banco de los enamorados permitía, según la tradición, tener un encuentro cercano en la distancia, guardando la honra si alguna mirada indiscreta asomaba al lugar.

Cada vez que caminamos por la Ferradura –el paseo de la Alameda que rodea la Carballeira de Santa Susana– no podemos evitar preguntarnos cuántas declaraciones de amor habrá presenciado este banco, pero como bien sabéis las paredes oyen y el granito no es para menos. Hoy, con ciento cinco años sobre sus piedras, sentarse en él es una experiencia mágica que revive cada “te quiero” de todos los Romeos y Julietas que acudieron a este banco para confesarse amor eterno.

Tal vez sea solo una leyenda popular, como tantas otras. Quizá no hayan sido tantos los amantes de esta ciudad como los que vinieron de fuera, pero hay muy pocos bancos como este en el mundo, y solo uno de ellos es el de los enamorados. Merece la pena conocerlo.

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